Nueve tesis para reconstruir un pensar y una práctica auténticamente emancipadoras 5u6e

Presento seguidamente una serie de consideraciones sobre la necesidad de reformular el pensar emancipador en términos dialógicos, democráticos. El orden de las tesis que se presentan no altera el producto. No se trata de una jerarquía ni de un sistema cerrado. Más bien, por su ánimo pluralista y pragmático, el pensar crítico dialógico carece de «voluntad de sistema» y de «voluntad de infalibilidad». No se trata de un único camino a seguir. Es, como propuesta y como esbozo, un pensar en (re)construcción permanente, siempre inacabado, siempre abierto. En consecuencia, sólo puedo ofrecer elementos para la construcción de una teoría emancipatoria que sea legítima: una teoría en diálogo con fuerzas (con actores) del cambio social. Así, propongo las nueve consideraciones siguientes: 45s50

1.) El pensar crítico dialógico trata de recrear el ideal ético y las prácticas de la emancipación en el marco de una sociedad en la que no se visualizan sujetos revolucionarios históricos, sino actores sociales que, sin tener la fuerza suficiente para llevar a cabo la construcción de «lo enteramente otro», aún tienen posibilidades de actuar a partir de los intersticios (Foucault) que las relaciones de dominación dejan en las diferentes instituciones establecidas.

2.) El actor orientado por intereses emancipatorios puede actuar en cualquier situación social. Empero, la teoría considera que hay lugares privilegiados para la práctica transformadora, lugares estratégicos por el amplio alcance socializante. Entre los mismos cabe mencionar a los medios de comunicación (información) y las instituciones educativas, puesto que actualmente constituyen importantes centros de subjetivación. En estos lugares el pensar emancipador se propone una democratización a fondo, conforme a una distribución lo más equitativa posible de los diferentes capitales económicos y culturales. En otros términos, la actitud crítica y dialógica busca incansablemente distribuir el poder entre todos los de una sociedad procurando en todo momento quebrar las relaciones de dominación, es decir, se trata de empoderar a las comunidades y las personas.

3.) La teoría crítica, democrática y dialógica, no debe asumirse externamente a las situaciones sociales concretas ni debe presentarse como vanguardia portadora de lo verdadero, problema típico de los socialismos realmente existentes que surgieron del marxismo leninismo, el maoísmo y otros cuantos. Las posiciones teóricas emancipatorias han de intentar entrar en discusión con todos los interesados y afectados que sean posibles, y es allí, y de acuerdo a las condiciones existentes para cada momento, que debe convencer y persuadir —y dejarse convencer y persuadir por las que considere buenas razones. En otros términos, la teoría crítica se constituye con una clara «voluntad de escucha» (Ricoeur) conjugadora de intereses cognoscitivos hermenéuticos y emancipatorios (Habermas). A mi juicio, éste es un principio normativo para todo pensar y toda práctica emancipatoria dialógica, en tanto que proporciona una manera de teorizar y analizar los modos de dominación sin que el teórico se apropie de más poder para sí que el necesario para llevar a cabo su función.

4.) De la «voluntad de escucha» se sigue, como principio democrático, una firme «voluntad y ética dialógicas», una voluntad que celebra el concurso del mayor número posible de voces en la empresa de construir una vida humana. La escucha y el diálogo, si bien con un ánimo emancipatorio firme e irrenunciable, son condiciones fundamentales de la inclusión necesaria a toda práctica democratizadora.

5.) En la tónica abierta, democrática y de «voluntad de escucha», y en rechazo al autoritarismo epistemológico, el pensar y la práctica emancipadora y dialógica reconoce las necesidades manifestadas por las personas como necesidades auténticas —de ello no se desprende que han de satisfacerse todas, pues la disponibilidad de recursos, la ética democrática, una profunda convicción de justicia social y el fruto del diálogo han de determinar cuáles resulten prioritarias y justas, tal como en su tiempo planteó Agnes Heller.

6.) La justicia constituye el centro ético de la teoría y práctica propuestas toda vez que los ideales de felicidad constituyen «máximos éticos» que no deben exigirse a todos por igual dada la existente diversidad de estos en nuestras sociedades, diversidad bienvenida. En consecuencia, sólo la justicia resulta irrenunciable puesto que más que referir a la dimensión personal refiere a la dimensión intersubjetiva: la justicia atañe siempre a diferentes partes y marca las pautas de la organización social deseable. No es posible orden social humano alguno sin valores, normas y reglas construidas por humanos. Ese orden precisa de legitimación para sostenerse en el tiempo con la participación de sus , legitimación que implica la idea de que ese orden resulta justo. Así, una teoría crítica dialógica exige justicia y extiende invitaciones en cuanto a las concepciones de «vida buena» y «felicidad», pero jamás las impone.

7.) En tanto que heredera del liberalismo crítico, filosófico y político, la teoría y práctica que se proponen apunta en la dirección de eliminar los obstáculos que adversan la constitución de personas más autónomas y reflexivas. Si bien no hay autonomía absoluta —pues la persona es siempre relacional, se constituye desde la otredad, desde unas condiciones sociales— sí se pueden alcanzar mayores espacios de reflexividad y restar campo a la heteronomía.

8.) La teoría y la práctica propuestas no constituyen un sistema; forman, más bien, una actitud elaborada desde distintas síntesis críticas, síntesis de muchas corrientes, saberes y pensadores siempre en constante reelaboración.

9.) La teoría crítica en clave dialógica no supone un «pastiche» en el que quepa, en nombre de la diversidad y del derecho de la diferencia, cualquier cosa: no vale todo. En un sentido definidamente pragmatista, se desplaza de la dimensión epistemológica a la ética, estableciendo criterios de juicio a partir de una evaluación de las consecuencias previsibles que se siguen de una determinada posición de cara a la preservación de la diversidad, de la distribución equitativa de los capitales para la formación del individuo —esto es, de la justicia social— y del mayor número de libertades posibles para el mayor número posible de comunidades e individuos. En consecuencia, en cuanto a su tónica epistemológica sus fundamentos son «frágiles» (Vattimo), difusos, mas no se trata en absoluto de un discurso ético anoréxico.

En un tiempo marcado por el auge de las tendencias autoritarias cuando no fascistoides, tanto a la derecha como a la izquierda del espectro político mundial, en un tiempo en que la vida del planeta está amenazada por doquiera, creo que hoy más que nunca se precisa tener en mente las tesis mencionadas. Es hora de pasar del monólogo autoritario al diálogo con auténtica escucha.



Esta nota ha sido leída aproximadamente 914 veces. 472y3a



Javier B. Seoane C. 5x4g28

Doctor en Ciencias Sociales (Universidad Central de Venezuela, 2009). Magister en Filosofía (Universidad Simón Bolívar, 1998. Graduado con Honores). Sociólogo (Universidad Central de Venezuela, 1992). Profesor e Investigador Titular de la Escuela de Sociología y del Doctorado en Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela.

 [email protected]

Visite el perfil de Javier B. Seoane C. para ver el listado de todos sus artículos en Aporrea. 5z672y


Noticias Recientes: 642x5

Comparte en las redes sociales 4w6x3b


Síguenos en Facebook y Twitter 5ot3u



Javier B. Seoane C. 5x4g28

Javier B. Seoane C.

Más artículos de este autor 3v1p2p