Los niños no nacidos y enviados a la muerte son el proletariado planetario y el naufragio moral de la sociedad. El capitalismo salvaje es y debe ser también capitalismo salvajemente abortista, en la cima, en el medio y en la base misma, hambrienta, de la humanidad. 106m4t
En la cima, porque las mujeres "empoderadas" son dueñas de su cuerpo, según las legislaciones aberrantes del capitalismo neoliberal, las cuales protegen la propiedad (más si eres rico) y descuidan la vida. Con argumentos idénticos, estas mujeres ricas o aburguesadas podrían amputarse un brazo, si así lo dicta la moda o si acaso les viene la gana. Con argumentos idénticos, venderían sus órganos en mercados desregulados, según la doctrina Milei, pues por desgracia el cuerpo hoy es como cualquier objeto en este mundo: tiene un dueño y posee posibles compradores. La misma lógica de la oferta y la demanda afecta a los vientres (alquilables y explotables) y las identidades (de género y especie). Si hay dinero –público o particular- que sufrague los gastos, ya sean infanticidas, protésicos, farmacológicos y quirúrgicos- la voluntad de un individuo "empoderado" (de esas y esos que rezan al dólar diciendo "porque yo lo valgo") entonces bendito sea. Hágase tu voluntad, don dinero.
En la parte de la base de la pirámide social están los pobres. Al pobre como individuo y al pobre como nación se les dan limosnas condicionadas. En mi niñez, a la puerta de las iglesias siempre se veía a señoronas enjoyadas decirle al mendigo habitual, mientras tintineaban unas monedas en su humilde platito: "Y no lo gaste usted en vino". A los pobres de hoy, individuos o naciones, las "Instituciones Internacionales" (léase Capital Globalista), dicen con miel y moralina, mientras dejan caer fondos y préstamos "a devolver": "Tengan ustedes, arréglense con esto, y no me llenen el mundo de niños, que ya está bien, parecen ustedes conejos". Entonces las clínicas abortistas para pobres proliferan.
A los ricos, les viene bien matar niños no nacidos para empoderar sus cuerpos y ejercer su "derecho de uso y abuso", que normalmente se reduce al derecho a fornicar gratis o pagando. A los pobres, para que se reduzcan los humanos a nivel de plaga. Como si fueran mosquitos, virus, langostas o ratas, hay que "controlar la natalidad" porque el Capital sabe que la pobreza tiende a multiplicarse, y en este funesto mal que es llenar el mundo de niños, el Capital no siente ni toma para sí responsabilidad alguna. Antes al contrario, el Capital piensa que son los pobres mismos que tienen demasiado apego a la vida y a la propagación de la vida. Ya está calculada la huella de carbono de cada recién nacido, y esa deuda que la criatura contrajo contra la Madre Naturaleza (o Gaia, o la Pachamama o como quiera que se llame) es imperdonable si la criatura ya es pobre antes de nacer.
Razón tiene la Iglesia (entre tantos errores mundanos que la Santa Madre comete) cuando su doctrina afirma que el niño llamado a nacer y sin embargo abortado es el más frágil proletariado de nuestro día. A él no se le piden últimas voluntades. A esa parte de la humanidad exterminada no se le ha extendido consulta alguna. Al niño exterminado, y acaso convertido en producto de belleza o crema hidratante, no se le reconocen derechos. Retratemos a todos: a la madre burguesa que no le quiso tener, para más placer en la entrepierna, a la madre pobre a la que se le empujó a matar, por comer, y el gremio de la muerte que habla de derechos pero que esconde, infame, el verdadero derecho por el que quitan vida: el derecho a hacer negocio.
Dicen que la Inteligencia Artificial, la robótica e internet acabarán con la Humanidad. Esta Humanidad ya hace tiempo que ha caído. Cada vez que a un niño le impiden vivir, anteponiendo la propiedad, el dinero y la libre e irresponsable fornicación, todo un precioso don (que vale más que mil imperios) se rompe y mancilla. El don de la vida de un niño.
Todos esos "anti-capitalistas" que defienden el aborto no saben (o no quieren saber) que es el Capital quien mueve sus brazos de marioneta.