En la política internacional, hay varios hechos "puros y duros", como se dice ahora. En primer lugar, hay un "nuevo orden" (o desorden) mundial en el cual se avizora una repartición del mundo que muchos han denominado "multipolaridad", para contrastar con la unipolaridad que caracterizó al período histórico inmediatamente posterior a la caída del "Muro de Berlín" y el fin de la "Guerra Fría" anterior, momento en el cual se afirmó EEUU como potencia dominante, el capitalismo como único modo de producción en todo el planeta y la globalización liberal como única norma del comercio internacional. 151i5k
Esa "multipolaridad" no supone un período de paz, mucho menos de cumplimiento de los acuerdos y convenios que conforman el Derecho Internacional. Al contrario, los conflictos se multiplican, se profundizan y se prolongan. Todavía no está claro si marchamos hacia un nuevo acuerdo de Yalta entre EEUU, Rusia y China. Irrumpen nuevos focos de poderío económico, político y militar regionales (India, Suráfrica, Brasil, Irán) que hacen más compleja la situación y el juego de intereses. Los criterios políticos se guían por la noción de Trasímaco de la ley del más fuerte. Frente a la supuesta trascendencia de las ideologías y proyectos políticos anteriores (la oposición entre democracia liberal y comunismo, por ejemplo, ambas con perspectivas planetarias), hoy se afirman los nacionalismos, los intereses de supuestas naciones-civilizaciones (Rusia, China, Europa-Occidente, América), justificaciones religiosas y, sobre todo, los expansionismos imperiales territoriales. Y es, en el marco de este nuevo desorden mundial, donde Venezuela ha perdido la democracia y emprende el camino del autoritarismo al totalitarismo (ver /actualidad/a341508.html), ejerciendo lo que hemos caracterizado como oportunismo geopolítico.
Tal política se basa en ofrecer al país al mejor postor, aprovechando en cierto modo las contradicciones actuales. Así, picando un ojo acá, con un lobby en Estados Unidos, junto a los neoconservadores y las petroleras norteamericanas, con una picadita de ojo allá, a los intereses de los rivales de EEUU (China, Rusia, Irán), con ofertas de minerales y mano de obra muy barata, una esclavitud bonificada, "a todos los inversionistas del mundo", pretende hacerse viable económicamente un régimen que ha violado todas las garantías democráticas y derechos humanos, ha incursionado en lo ilícito hasta el cuello y ha destruido toda la institucionalidad necesaria para poder ofrecer al pueblo algo de bienestar. Por supuesto que Venezuela tiene riquezas petroleras y mineras, además de su ubicación geográfica estratégica. En ofrecerlas a unos y otros, según las circunstancias, consiste el juego. Nada que ver con un proyecto de liberación nacional, independencia, autodeterminación. Al contrario.
Es cierto que Venezuela pasó de ser un aliado de Estados Unidos en América Latina y proveedor confiable de petróleo, a ser un adversario regional, sobre todo en el discurso y en los gestos y morisquetas provocadoras. Incluso hubo un momento, durante el auge del llamado "progresismo" en el continente, que Venezuela se colocó como una referencia "antiimperialista". La respuesta era esperable. El gobierno norteamericano decretó al gobierno venezolano "una amenaza inminente", decisión que, luego, se convirtió en una política de sanciones, estimulada también por la oposición criolla. Los "antiimperialistas" chavistas y maduristas se comportaron como si no esperaran nada de eso. Despilfarraron, entre un desfalco monstruoso e importaciones masivas que desestimularon la economía nacional, una bonanza petrolera mayor que la de los setenta, destruyeron la institucionalidad, abandonaron el mantenimiento de los servicios básicos, sin hablar de cosas como la salud y la educación del venezolano.
Actualmente, el régimen de partido hegemónico se presenta como aliado internacional de gobiernos que tienen importantes contradicciones con Estados Unidos, como China, Rusia e Irán, al mismo tiempo que coquetea con los capitales norteamericanos y transnacionales en general. Como ya estamos, desde hace más de tres décadas, en un mundo uniformemente capitalista y, por tanto, imperialista, aparte de que toda esa algarabía "antiimperialista" fue solo eso, las relaciones de Venezuela con sus nuevos "aliados" es de dependencia, deuda y expoliación, cuando no de víctima del parasitismo cubano. Por ejemplo, China prestó a Venezuela durante el período 2007-2016 un total de 62.100 millones de dólares, no ha vuelto a otorgar préstamos desde 2017, porque los malandros de aquí se robaron esos reales y ni siquiera lo usaron para hacer alguna obra completa. Por supuesto, hay declaraciones políticas de los gobiernos de ambos países acerca de su "visión multipolar del mundo", pero ahí están los hechos: los principales aliados de China en América Latina son Chile, Brasil, Perú, México y ahora Colombia. No, Venezuela. Por insolventes, desordenados y ladrones. China, el mayor acreedor de Venezuela, busca renegociar los términos de sus contratos, solicitando un descuento aún mayor en las compras de petróleo.
El otro actor geopolítico a considerar es, obviamente, Rusia. Las relaciones entre Rusia y Venezuela se presentan como de estrecha "alianza estratégica", supuestamente basada en una visión de un "orden mundial multipolar". Ambos países suelen respaldarse en organismos internacionales, como la ONU, en temas que van desde la condena a sanciones unilaterales hasta posturas sobre conflictos globales. Venezuela ha mantenido una postura de apoyo a Rusia en el contexto de la invasión de Ucrania, condenando lo que considera "ataques terroristas" contra Rusia y llamando al diálogo, pero sin condenar la invasión rusa. Rusia se ha convertido en uno de los principales proveedores de armamento a Venezuela durante años, incluyendo aviones de combate, helicópteros y sistemas de defensa aérea. Se han suscrito acuerdos de cooperación en inteligencia y contrainteligencia. Así mismo, ambos países han realizado ejercicios militares conjuntos, mostrando, según su información oficial, su "capacidad de operar de forma coordinada".
En cuanto a lo económico, se han suscrito acuerdos para "diversificar" la economía venezolana, "cooperación energética" (petróleo, obviamente) y supuestamente "reducir dependencia de ciertas monedas y sistemas financieros". Rusia exporta a Venezuela productos como abono mineral, aceite de soya, trigo y vacunas. Hay planes para promover la formación médica, el desarrollo de vacunas y proyectos sanitarios, así como la cooperación en áreas como la robótica, automatización industrial, inteligencia artificial, biotecnología y seguridad informática. Un objetivo clave es reducir la dependencia del dólar estadounidense y del sistema bancario global dominado por EE. UU., justo cuando varios diplomáticos del Kremlin (Sergey Riabkov, y el portavoz de Putin, Dmiry Peskov) le han asegurado a Trump que no están buscando sustituir el dólar en el comercio internacional (Rusia desmiente a Trump: BRICS no busca reemplazar al dólar).
Ocurre que Rusia está demasiado empatucado en la guerra en Ucrania como para ofrecer, mucho menos garantizar, una presencia militar defensiva del régimen venezolano. Hace poco Ucrania llevó a cabo un ataque importante contra varios aeropuertos militares rusos, la operación "Telaraña", la cual dañó su aviación militar. Rusia ha sufrido un golpe importante en su capacidad aérea y ha visto expuesta la vulnerabilidad de su infraestructura militar, lo que ha generado una respuesta de represalia y ha forzado a reevaluar sus estrategias de defensa. El ataque ha forzado a Rusia a invertir en nuevas estrategias para frustrar este tipo de acciones, como la construcción de refugios reforzados o la dispersión de escuadrones en múltiples bases. Rusia ha calificado el conflicto con Ucrania como "existencial". El presidente ruso, Vladímir Putin, ha reaccionado a estos ataques cuestionando abiertamente la posibilidad de avanzar en negociaciones de paz con un "régimen que apuesta por el terror". Los ataques ucranianos han resaltado la determinación de Kiev de atacar objetivos militares estratégicos dentro de Rusia, incluso si esto significa una escalada. Esto hace que sea extremadamente difícil para ambas partes encontrar puntos en común para un alto el fuego o un acuerdo de paz, ya que sus objetivos militares y políticos parecen cada vez más irreconciliables. Se han reducido aún más las esperanzas de paz a corto plazo.
Suscribir acuerdos y convenios con Rusia en esta situación histórica, declarar que se comparten puntos de vista "estratégicos", tienen consecuencias claras: involucra a Venezuela en un conflicto que no es de nosotros, que no tiene que ver ni siquiera con nuestras tradiciones culturales. Alexander Dugin, uno de los asesores de Putin, filósofo político ruso considera la guerra en Ucrania como una batalla fundamental y existencial de Rusia contra la "laxitud de Occidente" y por una sociedad rusa construida sobre la tradición, la jerarquía y la fe cristiana ortodoxa. Dugin ha abogado por que Rusia integre el espacio postsoviético, viendo a Ucrania y otros países de Europa Oriental como parte del "mundo euroasiático" liderado por Rusia. Ha apoyado activamente la anexión de Crimea y ha instado a Putin a invadir el sureste de Ucrania. Para Dugin, Rusia no solo debe "elevarse y desoccidentalizarse", sino también "marginar a Occidente". Ha manifestado que la guerra se hace "cada vez más inevitable" y que no hay posibilidad de una "reconciliación pacífica con Ucrania y Occidente por medios pacíficos". Dugin ha hecho llamados a acciones más radicales, incluyendo la idea de un "genocidio" de ucranianos y la necesidad de establecer una dictadura en la "Nueva Rusia" hasta ganar la guerra. También ha afirmado que Rusia solo podría ganar si toda la población se ponía en pie de guerra.
También el gobierno, en su jueguito geopolítico, ha querido estrechar lazos con Irán, con base en una fuerte retórica y acción "anti-imperialista" y "anti-occidental". Si con Rusia se trata de la relación con una potencia con aspiraciones expansionistas territoriales imperiales, ultraconservadoras, con Irán se trata de las relaciones con una teocracia islámica con conexiones con grupos integristas shiítas en el Medio Oriente. Esto merecería una consideración más amplia, que incluya la relación de Venezuela con el llamado (con odio) "occidente".
Lo cierto es que el régimen en su oportunismo geopolítico nos está metiendo en conflictos con los cuales no tenemos ninguna relación, salvo el enfrentamiento con EEUU, con el cual, por otro lado, también se quiere negociar entregando nuestras riquezas al capital transnacional. Conociendo a estos tipos ¿tendrán alguna noción de responsabilidad con esos movimientos estratégicos?