La política exterior de Estados Unidos ha sido un pilar fundamental en la configuración del orden mundial desde finales del siglo XIX, cuando emergió como una potencia global. Su influencia, sustentada en una combinación de poder económico, militar, tecnológico y cultural, ha moldeado las dinámicas internacionales en áreas como el comercio, la seguridad, los derechos humanos y el medio ambiente. Sin embargo, las decisiones políticas de este país, tanto internas como externas, han generado consecuencias profundas, a menudo contradictorias, que han beneficiado a algunos mientras han causado desestabilización, desigualdad y resentimiento en otras partes del mundo. Este artículo examina de manera extensa la evolución de la política estadounidense, sus principales instrumentos y estrategias, y las amplias repercusiones que estas han tenido a nivel global, con un enfoque en los eventos recientes hasta 2025. 322fs
La política exterior de Estados Unidos no siempre fue global. En sus primeros años como nación, adoptó una postura aislacionista, resumida en la Doctrina Monroe de 1823, que buscaba limitar la influencia europea en el hemisferio occidental mientras consolidaba su expansión territorial. Sin embargo, la Guerra Hispano Estadounidense de 1898 marcó un punto de inflexión, al convertir a Estados Unidos en una potencia imperial con el control de territorios como Puerto Rico, Filipinas y Guam. Este evento, junto con la expansión de la "política de puertas abiertas" en China, señaló el inicio de una diplomacia más intervencionista, enfocada en proteger los intereses económicos y estratégicos estadounidenses. Durante el siglo XX, las dos guerras mundiales consolidaron a Estados Unidos como superpotencia. Tras la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría definió su política exterior, caracterizada por una lucha ideológica contra la Unión Soviética. Estados Unidos lideró la creación de instituciones como la ONU, el FMI y la OTAN, promoviendo un orden liberal basado en el libre mercado y la democracia. Sin embargo, esta postura también incluyó
intervenciones controvertidas, especialmente en América Latina, donde apoyó golpes de Estado y regímenes autoritarios en países como Chile (1973), Guatemala (1954) y El Salvador durante la década de 1980, bajo la justificación de contener el comunismo. Estas acciones dejaron un legado de desconfianza y antiamericanismo en la región.
Con el colapso de la Unión Soviética en 1991, Estados Unidos se convirtió en la única superpotencia mundial, promoviendo la globalización y el neoliberalismo. Sin embargo, las políticas de desregulación financiera, impulsadas desde la década de 1980, culminaron en la crisis económica de 2008, que tuvo un impacto devastador en la economía global, erosionando la confianza en el modelo económico estadounidense y alimentando movimientos populistas en Europa, América Latina y otras regiones.
La política exterior de Estados Unidos se ha apoyado en varios instrumentos clave: el poder militar, la diplomacia económica, las sanciones, la ayuda internacional y la influencia cultural (soft power). A continuación, se analizan estos elementos y sus consecuencias.
Poder militar y conflictos internacionales
Estados Unidos posee el presupuesto militar más grande del mundo, con un gasto de 877 mil millones de dólares en 2023, según el Instituto Internacional de Estudios Estratégicos (SIPRI). Este poderío le ha permitido proyectar su influencia a través de intervenciones militares, como las invasiones de Afganistán (2001) e Irak (2003), justificadas bajo la lucha contra el terrorismo tras los atentados del 11 de septiembre. Sin embargo, estas guerras, que costaron billones de dólares y miles de vidas, no lograron los objetivos de estabilización regional y, en cambio, generaron crisis humanitarias, el auge de grupos extremistas como ISIS y un aumento del antiamericanismo.
En 2025, la retirada caótica de Afganistán en 2021 sigue siendo un punto de inflexión, evidenciando los límites del poder militar estadounidense. La incapacidad de establecer gobiernos estables en los países intervenidos ha debilitado la credibilidad de Estados Unidos como garante de la seguridad global, mientras que el fortalecimiento de potencias rivales como China y Rusia ha complicado su posición estratégica.
Diplomacia económica y sanciones
La economía estadounidense, con un PIB nominal de aproximadamente 27 billones de dólares en 2024, es un pilar de su influencia global. Sin embargo, su alto déficit fiscal (6.4% del PIB) y una deuda pública que supera el 121.9% del PIB plantean riesgos para la estabilidad económica mundial, dado que el dólar sigue siendo la moneda de reserva internacional. Las políticas comerciales proteccionistas, especialmente durante la istración de Donald Trump (2017-2021 y 2025 en adelante), han reconfigurado las relaciones económicas globales. La renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (ahora T-MEC) y las sanciones contra China, Rusia, Irán y otros países han alterado las cadenas de suministro globales, aumentando los costos para consumidores y empresas en todo el mundo.
Las sanciones, utilizadas como herramienta de coerción, han tenido efectos mixtos. Por ejemplo, las sanciones contra Venezuela han agravado la crisis humanitaria en el país, con más de 7 millones de migrantes y refugiados según la ONU, mientras que las sanciones a Rusia tras la invasión de Ucrania en 2022 han contribuido a la inflación global, particularmente en los precios de la energía y los alimentos. Estas medidas, aunque efectivas para presionar a gobiernos, a menudo afectan desproporcionadamente a las poblaciones civiles, generando críticas internacionales. Soft power y la exportación cultural
El soft power estadounidense, basado en su industria cultural (Hollywood, la música, las plataformas tecnológicas), ha sido un vehículo para proyectar valores como la democracia, el individualismo y el consumismo. Sin embargo, la polarización interna, exacerbada por eventos como las elecciones de 2020 y 2024, ha debilitado esta influencia. La percepción de Estados Unidos como un modelo democrático se ha erosionado debido a la politización de sus instituciones, el aumento de la desigualdad (el 1% más rico posee más del 32% de la riqueza nacional) y las críticas internacionales al manejo de cuestiones raciales y migratorias.
En 2022, el Comité de la ONU para la Eliminación de la Discriminación Racial señaló que Estados Unidos no ha cumplido con las normas internacionales contra el racismo, recomendando la creación de una comisión para abordar el legado de la esclavitud. Esta crítica, junto con las políticas migratorias restrictivas de la istración Trump, ha reducido el atractivo de Estados Unidos como destino para migrantes y turistas, con una caída del 8.7% en llegadas internacionales en 2025.
La dependencia del mundo del dólar y de las políticas económicas estadounidenses ha generado tanto oportunidades como vulnerabilidades. La crisis financiera de 2008, originada en Wall Street, provocó una recesión global que afectó a millones de personas, desde Europa hasta América Latina. En 2025, las políticas proteccionistas de Estados Unidos, combinadas con la inflación global (estimada en 5.9% por el FMI), han generado tensiones en los mercados emergentes, que enfrentan devaluaciones monetarias y dificultades para acceder a financiamiento internacional. Además, la suspensión de grants y ayudas internacionales por parte de Estados Unidos, como parte de una política de "América Primero", ha abierto espacios para que China y otros actores expandan su influencia en África, Asia y América Latina. Por ejemplo, la Iniciativa de la Franja y la Ruta de China ha ganado terreno en países como Brasil y Argentina, que buscan alternativas a la financiación tradicional del FMI y el Banco Mundial, dominados por Estados Unidos.
La hegemonía militar estadounidense ha sido cuestionada por el ascenso de China y Rusia, que han fortalecido sus capacidades militares y alianzas estratégicas. La rivalidad con China, marcada por disputas comerciales y tecnológicas, ha fragmentado el sistema global, mientras que las sanciones contra Rusia han acelerado la formación de bloques alternativos, como los BRICS. En América Latina, las amenazas de Trump contra países como México y Colombia por cuestiones de migración y narcotráfico han debilitado las relaciones bilaterales, incentivando a estos países a diversificar sus alianzas.
El repliegue relativo de Estados Unidos en el escenario global, especialmente tras la retirada de Afganistán, ha generado un vacío que otras potencias están llenando. Europa, por ejemplo, ha intensificado su cooperación con Japón, India y Brasil para contrarrestar la influencia china, mientras que la OTAN enfrenta tensiones internas debido a la percepción de que Estados Unidos prioriza sus intereses nacionales sobre los de sus aliados.
Estados Unidos ha promovido los derechos humanos como parte de su discurso global, pero sus acciones han generado contradicciones. Durante la Guerra Fría, apoyó dictaduras en América Latina y el Medio Oriente para contrarrestar el comunismo, y en las últimas décadas, su lucha contra el terrorismo ha incluido prácticas controvertidas, como la detención indefinida en Guantánamo. Estas políticas han alimentado críticas de hipocresía, especialmente en regiones que han sufrido las consecuencias de sus intervenciones. En el ámbito interno, la polarización política y los casos de brutalidad policial han generado cuestionamientos sobre el compromiso de Estados Unidos con los derechos humanos. El movimiento Black Lives Matter, que cobró fuerza tras el asesinato de George Floyd en 2020, ha resonado globalmente, inspirando debates sobre la justicia racial en otros países.
Estados Unidos es el segundo mayor emisor de gases de efecto invernadero y el principal contribuyente histórico al cambio climático, con más de 400 mil millones de toneladas de CO2 emitidas desde 1850. Aunque la Ley de Reducción de la Inflación de 2022 marcó un avance en la transición energética, las políticas de la istración Trump, que priorizan la explotación de combustibles fósiles, han sido criticadas por organizaciones ambientales. La salida de Estados Unidos del Acuerdo de París en 2017 (reingresado en 2021, pero con riesgos de abandono nuevamente en 2025) ha debilitado los esfuerzos globales para combatir el calentamiento global, afectando especialmente a países vulnerables como los del Caribe y el Pacífico.