Rastros del Tiempo (LVIII) 6e32d

La lucha obrera del 1 de mayo en Chicago y los sucesos de Haymarket 231a1j

“En procesión solemne, 2t3s4y

cubiertos los féretros de flores y los rostros de sus sectarios de luto,

acaban de ser llevados a la tumba los cuatro anarquistas

que sentenció Chicago a la horca,

y el que por no morir en ella hizo estallar en su propio cuerpo 

una bomba de dinamita que llevaba oculta en los rizos espesos de su cabello de joven,

su selvoso cabello castaño”.

 

José Martí

 

Se cumplen 139 años de las luchas de los trabajadores estadounidenses, por la reducción de la jornada laboral diaria, una lucha justa por la reivindicación de todos los trabajadores del mundo.
El 1° de mayo se conmemora en gran parte del mundo, el Día Internacional de los Trabajadores, una fecha que tiene sus raíces en las heroicas y trágicas luchas obreras, ocurridas en Chicago, Estados Unidos en 1886. En aquel entonces, las condiciones laborales eran extremadamente duras, eran jornadas extenuantes que frecuentemente alcanzaban las 12, 14 e incluso 16 horas diarias. Ante esta explotación, el movimiento obrero organizado, particularmente la Federación Americana del Trabajo (AFL), convocó a una huelga general masiva para el 1° de mayo de 1886, bajo la consigna unificadora: "Ocho horas de trabajo, ocho horas de descanso, ocho horas para lo que queramos".

El 1° de mayo de 1886, los trabajadores se movilizaron a lo largo de Estados Unidos, con un epicentro particularmente fuerte en Chicago, donde se estima que unos 40.000 trabajadores paralizaron sus labores, y se lanzaron a la huelga. La demanda era clara y contundente: la jornada laboral de ocho horas. Las manifestaciones y paralizaciones se sucedieron en un clima de alta tensión. Aunque el primer día transcurrió mayormente en calma, la situación se convulsionó en los días siguientes. El 3 de mayo, los trabajadores protestaron frente a la fábrica de maquinaria agrícola McCormick. Empresa que había sido fundada en Chicago por el inventor de la cosechadora mecánica, Cyrus Hall McCormick en 1847.

Frente a esta protesta del 3 de mayo, la policía disparó contra los huelguistas, causando varios muertos y heridos. Este acto de represión policial encendió aún más los ánimos, y como respuesta a esta violencia policial, se convocó a una manifestación para el día siguiente, 4 de mayo, en la plaza Haymarket. Según las fuentes investigadas nos revelan que la concentración transcurría de forma pacífica, y cuando ya estaba concluyendo, y la multitud se dispersaba debido a la lluvia y la presencia policial, un artefacto explosivo fue arrojado contra las filas de la policía. La bomba mató a un agente e hirió a muchos otros. La policía respondió abriendo fuego indiscriminadamente contra la multitud, resultando en la muerte de un número indeterminado de trabajadores, que se ha estimado en varias decenas, y dejando cientos de heridos. Este confuso y sangriento evento pasó a la historia como la Revuelta o Masacre de Haymarket.

La represión en los días siguientes fue bestial. Se desató una persecución contra líderes obreros y anarquistas, a quienes se les culpaba del atentado a la policía, sin pruebas. Ocho dirigentes anarquistas fueron sometidos a un juicio plagado de irregularidades y testimonios falsos. Siete fueron condenados a muerte y uno a prisión. Finalmente, cuatro fueron ahorcados el 11 de noviembre de 1887, cuyos nombres son: George Engel (alemán, 50 años, tipógrafo), Adolph Fischer (alemán, 30 años, periodista), Albert Parsons estadounidense, 39 años, periodista, esposo de la dirigente laboral radical y anarquista estadounidense, Lucy González Parsons, aunque se probó que no estuvo presente en el lugar de la manifestación, se entregó para estar con sus compañeros y fue juzgado igualmente y August  Spies (alemán, 31 años, periodista). Louis Lingg (alemán, 22 años, carpintero) se suicidó en su celda antes de ser ejecutado; el día anterior a la ejecución, apareció, con un cartucho de dinamita explotado en su boca. Los otros tres condenados a prisión, fueron Feelden, Neebe y Schwab.

Siete años más tarde, en 1893, el nuevo gobernador del Estado de Illinois, John Peter Altgeld. en base a un petitorio de 60.000 firmas, en solicitud de la libertad de los tres presidiarios Feelden, Neebe y Schwab, fueron indultados cuando se reconoce la injusticia del proceso. Estos hombres son recordados como los "Mártires de Chicago". En 1889, la Segunda Internacional Socialista, reunida en París, declaró el 1 de mayo como el Día Internacional de los Trabajadores en homenaje a su lucha y sacrificio, consolidando esta fecha como un símbolo universal de la reivindicación de los derechos laborales, de los trabajadores y trabajadoras del mundo.

José Martí, para entonces corresponsal del diario argentino, La Nación, publicó el 11 de noviembre de 1886, una crónica que sacudió la conciencia social del mundo, que concluía de esta manera:

"Ya vienen por el pasadizo de las celdas, a cuyo remate se levanta la horca; delante va el alcalde; al lado de cada reo marcha un corchete; Spies va a paso grave, desgarrados los ojos azules, hacia atrás el cabello bien peinado, magnífica la frente; Fischer le sigue, robusto y poderoso, enseñándose por el cuello la sangre pujante, realzados por el sudario los fornidos . Engel anda detrás, a la manera de quien va a una casa amiga; sacudiéndose el sayo incómodo con los talones. Parsons, como si no tuviese miedo a morir, fiero, determinado, cierra la procesión a paso vivo. Acaba el corredor y ponen el pie en la trampa; las cuerdas colgantes, las cabezas erizadas, las cuatro mortajas... Una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos se caen a la vez en el aire, dando vueltas y chocando...".

Fragmentos de las últimas palabras de los cuatro mártires de Chicago, después de recibir la condena a la horca: Adolph Fischer: “Solamente tengo que protestar contra la pena de muerte que me imponen porque no he cometido crimen alguno... pero si he de ser ahorcado por profesar mis ideas anarquistas, por mi amor a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad, entonces no tengo inconveniente. Lo digo bien alto: dispongan de mi vida”; Albert Parsons: “La sociedad actual sólo vive por medio de la represión, y nosotros hemos aconsejado una revolución social de los trabajadores contra este sistema de fuerza. Si voy a ser ahorcado por mis ideas anarquistas, está bien: mátenme”; August Spies: “Honorable juez, mi defensa es su propia acusación, mis pretendidos crímenes son su historia. [...] Puede sentenciarme, pero al menos que se sepa que en el estado de Illinois ocho hombres fueron sentenciados por no perder la fe en el último triunfo de la libertad y la justicia” y George Engel: “No, no es por un crimen por lo que nos condenan a muerte, es por lo que aquí se ha dicho en todos los tonos: nos condenan a muerte por la anarquía, y puesto que se nos condena por nuestros principios, yo grito bien fuerte: ¡soy anarquista! Los desprecio, desprecio su orden, sus leyes, su fuerza, su autoridad. ¡Ahórquenme!”.

 


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Reinaldo Chirinos 3m36

Licenciado en Educación Mención Desarrollo Cultural. Facilitador del INCES.

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