La nueva vieja lucha de siempre dg39

Fascismo significa la puesta en marcha del fin del sistema democrático (dominio de un partido único), la supresión de cualquier disidencia que pueda considerarse una amenaza para la estabilidad del orden establecido por medio del control y la represión policiales, la destrucción de las organizaciones obreras por la burguesía dominante y la cancelación de los distintos derechos civiles en nombre de Dios, de la Patria y de la familia. Ésta sería la definición más común de lo que es el fascismo. Sin embargo, en los últimos tiempos se observan actitudes y discursos políticos que parecen no encajar del todo en dicho concepto al caracterizar la orientación autoritaria, supremacista y neoliberal capitalista de muchos representantes de la derecha como sus rasgos elementales. Esta confusión logra que mucha gente de izquierda no sepa caracterizar el momento histórico que vive el mundo, recurriendo a las viejas formulaciones emitidas por los teóricos de la izquierda revolucionaria que, sin desconocer sus aportes, no contribuyen a la elaboración de una propuesta alternativa que frene el avance de lo que identificamos, simplemente, como extrema derecha. 3c113g

Hay que recordar, con palabras de Albert Camus, escritor francés, que «el esclavo, en el instante en que rechaza la orden humillante de su superior, rechaza al mismo tiempo el estado de esclavo. El movimiento de rebelión lo lleva más allá de donde estaba en la simple negación. Inclusive rebasa el límite que fijaba a su adversario, y ahora pide que se le trate como igual. Lo que era al principio una resistencia irreductible del hombre, se convierte en el hombre entero que se identifica con ella y se resume en ella. Esa parte de sí mismo que quería hacer respetar la pone entonces por encima de lo demás y la proclama preferible a todo, inclusive a la vida. Se convierte para él en el bien supremo. Instalado anteriormente en un convenio, el esclavo se arroja de un golpe (“puesto que es así…”) al Todo o Nada. La conciencia nace con la rebelión». Otra cita complementaria podemos extraerla de Enzo Traverso, historiador e intelectual italiano, para quien «hay otra definición posible de la libertad, que es una libertad que no se puede desconectar de la igualdad, y una igualdad que es definida no solamente como igualdad en un sentido jurídico de la palabra, igualdad de derechos, sino también en un sentido social de la palabra, es decir, la democracia. Una democracia que sea una comunidad de ciudadanos iguales, que, para funcionar, necesita un cierto nivel de igualdad social sin la cual, la palabra libertad se hace vacía o pierde todo contenido». Ambos autores resaltan elementos sin los cuales no habría posibilidades de construcción de un mejor sentido y de una práctica real de lo que significa la libertad y la democracia en todos los ámbitos.

Ahora, en medio de un mundo saturado de tanta información intrascendente o baladí, en los límites absurdos de la estupidez, además de la propaganda con que se trata de eludir las causas y las consecuencias de las acciones de gobiernos que nada más se trazan como meta la conservación del poder adquirido, es un asunto de primer interés que exista y se defienda la libertad de pensamiento, de expresión y de crítica, sin otra coacción que la derivada de la responsabilidad que se ha de asumir frente a los derechos colectivos. En esta libertad -a la que temen por igual todos los gobiernos del planeta, independientemente de su nomenclatura- se halla contenida la lucha de resistencia antisistémica, antiautoritaria y antiimperialista que les toca emprender a todos los pueblos ante el avance voraz de quienes son dueños de los grandes consorcios financieros y tecnológicos que aspiran ejercer el control absoluto de los mercados internacionales, no importándoles si su excesiva ambición llegue a ocasionar -como lo advierten muchos analistas económicos y ecologistas- el colapso definitivo de la vida sobre la Tierra.

Esta nueva lucha de resistencia antisistémica, antiautoritaria y antiimperialista continúa siendo la vieja lucha de resistencia antisistémica, antiautoritaria y antiimperialista que ha caracterizado la historia común de nuestra América desde hace dos siglos, casi inmediatamente después de obtenerse la independencia en los campos de batalla. No es, por tanto, fruto del capricho de un grupo de inadaptados o de partidarios de un poder extranjero. Ella es (simplificándolo) un acto reflejo frente a todo lo que ha significado para nuestras naciones la explotación y la dependencia económica en relación con el imperialismo gringo (así muchos revisionistas pitiyanquis quieran minimizarlo y atribuirle la culpa  completa de nuestro subdesarrollo a la incapacidad congénita de nuestros pueblos indígenas, mestizos y afrodescendientes), a lo que se acopla, sin mucha diferenciación, la mentalidad colonial, la corrupción y la avaricia de las capas y clases sociales dominantes. Por eso, la lucha de resistencia antisistémica, antiautoritaria y antiimperialista es una continuidad de las escenificadas en cada época de nuestra historia, apenas con algunos signos particulares de cada país, desde México hasta Argentina, pero con muchos puntos en común que obligan a plantearse una propuesta integracionista, totalmente soberana y democrática, sustentada en la potencialidad brindada por sus múltiples recursos naturales, como asimismo una misma cultura, cosmovisión e idioma.



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Homar Garcés 543a67


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