Este 20 de julio de 2025 se conmemora el centenario del nacimiento de Frantz Fanon, intelectual caribeño de Martinica, territorio entonces bajo dominio colonial francés. Fanon fue un brillante psiquiatra, militante revolucionario y uno de los más lúcidos pensadores anticoloniales del siglo XX. Discípulo del poeta y político Aimé Césaire, autor del célebre Discurso sobre el Colonialismo (1950). Fanon integró la crítica al colonialismo europeo, señalando su carácter económico, destructivo de culturas originarias, y propuso una nueva sociedad fundada en la dignidad humana, la negritud y la resistencia. 1u6p4n
En su corta vida de apenas 36 años, Fanon vivió intensamente la experiencia del racismo estructural. Reconocerse como sujeto colonizado, con el inconsciente deseo de ser aceptado como francés metropolitano, lo llevó a adoptar el idioma y las costumbres del colonizador. Se alistó en las Fuerzas sas Libres contra el régimen de Vichy durante la Segunda Guerra Mundial (más bien europea, como diría Dussel), luchando en África y Francia. Sin embargo, al concluir la guerra, vivió una experiencia dolorosa: la discriminación y segregación del ejército entre ses "blancos" y los "negros colonizados", marcando el inicio de su despertar decolonial.
Graduado de psiquiatra en Lyon en 1951, Fanon se trasladó a Argelia y trabajó en el hospital psiquiátrico de Blida-ville, donde promovió una atención humanizada y decolonizadora hasta ser expulsado por su apoyo a la causa argelina. Exiliado en Túnez, se unió al Frente de Liberación Nacional (FLN) y representó su lucha en el plano internacional, colaborando en el periódico El Moudjahid. Murió en 1961, tras escribir su obra póstuma y testamento político: Los condenados de la tierra.
Fanon convirtió su experiencia vivida en reflexión profunda. En Piel negra, máscaras blancas expresó con valentía el drama subjetivo del colonizado que desea ser como el opresor, desnudando la colonización del inconsciente. Allí nace la noción de la zona del no ser, una geografía subjetiva desde la cual los sujetos racializados pueden pensar, sentir y denunciar el colonialismo, la colonialidad y el racismo estructural.
Pensar, sentir, enunciar y actuar desde la zona del no ser implica un gesto radical, desplazarse de la comodidad del "ser colonial" hacia el abismo de lo humano negado. Esta es una interpelación poderosa para las izquierdas: ¿por qué las familias revolucionarias tienen hijos conservadores?, ¿por qué tantos dirigentes, al llegar al poder, se convierten en guardianes del orden colonial?, ¿por qué las universidades, antes rebeldes, se tornaron conservadoras? La clave puede estar en la geografía subjetiva desde la que actuamos. Fanon nos sugiere que solo si habitamos, pensamos, sentimos y actuamos desde la zona del no ser, podremos ser verdaderamente críticos, decoloniales y transformadores.
Desde Marx y Engels sabemos que la conciencia social forma al ser social. Pero ese ser social, puede tener una conciencia emancipadora o una falsa conciencia, como expresión de una subjetividad alienada. Ludovico Silva (1970) ayudó a comprender que la superestructura no es un "piso" por encima de la economía, sino una red que atraviesa todos los espacios sociales, incluso los más íntimos. Pensar desde la subjetividad, entonces, implica tocar el nervio profundo de la opresión y dominación colonial y la colonialidad.
Por eso, Fanon es clave para nuestra concepción de salud mental colectiva decolonial, entendida como el encuentro entre el ser, el amar y el tener-estar, en diálogo con el sujeto colectivo e histórico y la geopolítica de la dignidad. Autores contemporáneos han ampliado su legado: Lewis Gordon utiliza sus aportes para interpretar la deshumanización ontológica; Sylvia Wynter denuncia que la humanidad fue definida por Europa para excluir a la mayoría a la zona del no ser; Nelson Maldonado-Torres vincula la zona del no ser con la colonialidad del ser; y Achille Mbembe analiza la figura del colonizado negro como "resto" ontológicamente excluido a la zona del no ser.
Boaventura de Sousa Santos articula estas nociones al proponer la Línea Abismal, una división invisible pero brutal entre quienes son reconocidos como plenamente humanos (en la Zona del Ser) y quienes no (en la Zona del No Ser). Es una línea ontológica, epistémica y política, que distingue derechos visibles y negaciones invisibles. El racismo, como jerarquía global de inferioridad, puede adoptar múltiples formas: por color, cultura, lengua, religión. La línea de lo humano, como sostiene Grosfoguel, es producida y reproducida por el sistema capitalista, moderno, colonial y eurocéntrico.
Reflexiones finales
Frantz Fanon nos invita a comprender la liberación como ruptura total con la colonialidad del ser, del saber y del poder. Su obra no solo fue revolucionaria en lo político, sino profundamente transformadora en lo subjetivo, psicológico, psicoanalítico y cultural. Hoy, frente a nuevas formas de opresión, Fanon sigue siendo brújula y antorcha para la construcción de un mundo verdaderamente humano, solidario, igualitario, incluyente, digno y ético.
Su apuesta no fue abstracta, arriesgó todo, prestigio, carrera, vida, para denunciar que la "violencia decolonial desintoxica" al colonizado, al devolverle su humanidad negada. Desde allí, nos ofrece claves valiosas para entender por qué tantas revoluciones de izquierda terminaron fracasando, porque no se atrevieron a tocar las raíces profundas de la subjetividad colonizada y colonializada.
Fanon afirmó con crudeza que el negro desea blanquearse y la mujer negra alisarse el cabello para agradar al hombre blanco. Solo si nos aproximamos a estos fenómenos desde la geografía de subjetividad y la zona del no ser, la liberación transformadora será posible.
Finalmente, deja abierta una pregunta crucial: ¿por qué tantos revolucionarios terminan ocupando el lugar del opresor? Fanon no rehúye este el dilema ético político, interroga tanto al oprimido como al líder político que, cegado por la rabia, repite el gesto del opresor.
Su legado, incómodo, impugnador, valiente, vigente y necesario, sigue siendo fundamental para pensar una salud mental colectiva decolonial, una subjetividad liberadora y una humanidad solidaria, igualitaria, justa, digna y ética como porvenir para generaciones actuales y generaciones por venir.