El pueblo salió y no salió a votar c682j

Encerrado en una cárcel fascista Gramsci escribió sus "cuadernos". Allí, entre muchas cosas, nos habló del optimismo de la voluntad y del pesimismo de la razón. Una buena manera de decirnos que la oscuridad siempre podrá iluminarse con laboriosidad y dedicación. 39xn

La historia está llena de ejemplos, donde cada quien carga sus propios padecimientos y también sus satisfacciones. Aunque la vida de las sociedades no se mida por lo bien o mal que uno suponga que están las cosas, nada fácil es evitar tal dicotomía con una chorrera de cuentacuentos aireando sus propias interpretaciones.

Seguramente, muchos de los que lean este artículo concluirán que estoy tratando de justificar mi pesimismo crónico. Esto es tan cierto como, quienes lo dicen, son aquellos afectados por la credulidad de los alienados. Una sentencia de nuestro apreciado Luis Britto García.

Tal referencia a los alienados viene al caso pues no es racional creer que la oscuridad o claridad de la política actual, aquí y en el mundo, depende de las convicciones que tengamos sobre el bien y el mal. Esos que, por ejemplo, suponen que Occidente es luminoso y el liberalismo luz, sin considerar para nada que buena parte de su iluminación son estallidos de bombas.

Estos alienados interpretan como audacia el zigzagueo de Trump. Apoyan a Netanyahu defendiendo el derecho de los judíos a robarse el territorio palestino. Se ofenden que señalen, a los jefes de Bruselas, como una banda de ladrones pervertidos, cuando en "realidad" están protegiendo al "mundo libre" de los salvajes y siempre comunistas, eslavos.

De este lado, en nuestra América, tenemos nuestros propios escándalos. Los argentinos tienen como presidente a uno que consulta sus políticas con el espíritu de su perro ya muerto. Los de El Salvador apoyan masivamente a otro que combina la minería y venta de bitcoins, con su rol de capataz del campo de concentración de extranjeros "indeseables". Le pagan por eso. Y en Ecuador el presidente es empresario de haciendas de cambur injertados con cocaína.

Aquí, en Venezuela, concluido el reciente evento electoral, vemos a los líderes de esta revolución nominal y a los de la oposición, tan numerosa como radical, levantar el puño festejando su triunfo. Lo hacen con razón. No están celebrando, unos, el avance de la revolución, y otros, su desmoronamiento; están celebrando la continuidad de su similar rol: el tutelaje. Por eso las cifras manoseadas de ambos protagonistas.



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José Manuel Rodríguez 5sb21


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