Ése es uno de los mensajes del secretario general de la OTAN, Mark Rutte, en el discurso que está pronunciando esta tarde en el think tank británico Chatham House justo después de terminar un encuentro con el primer ministro del Reino Unido, Keir Starmer. Rutte y Starmer han discutido la cumbre que la OTAN celebrará en La Haya en dos semanas, así como el encuentro de líderes del G-7 que comienza en Alberta (Canadá) el domingo.
La demanda de Rutte refuerza el papel de la OTAN en la coordinación de la defensa europea. Pero también pone de manifiesto una de las mayores fallas en esa defensa. En la actualidad, los países europeos de la Alianza solo tienen unas 50 baterías de misiles antiaéreos, de las que aproximadamente apenas la mitad tienen capacidades antimisiles y ninguna puede abatir proyectiles antes de que éstos entren en la atmosfera, cosa que sí pueden hacer EEUU, Israel, Rusia y China.
Además, los sistemas más sofisticados que tiene Europa por ahora son los 'Patriot' estadounidenses y, dada la diferencia en la capacidad industrial militar a uno y otro lado del Atlántico es probable que el aumento de las capacidades europeas acabe saldándose en el corto plazo con la adquisición de más misiles a Washington. Finalmente, Europa no tiene un sistema integrado de defensa aérea. Aunque la OTAN cumple parcialmente ese papel, sus funciones son limitadas. Alemania lidera el proyecto Iniciativa Europea de Escudo en el Cielo (EISS), en el que participan otros 23 países, pero no España, Francia y Polonia.
La cumbre de La Haya presenta una oportunidad y una dificultad para Starmer. La oportunidad es que, en una Europa que se está rearmando, las dimensiones y capacidades de las Fuerzas Armadas del Reino Unido dan una primacía a ese país que le permite ganar parte del peso internacional que perdió con su salida de la Unión Europa, el famoso 'Brexit'.
A eso se suma la situación política del Reino Unido, donde una de las cosas en las que los cuatro grandes partidos (conservadores, laboristas, liberal-demócratas y reformistas) están de acuerdo es en el apoyo sin fisuras a Ucrania y en la necesidad de una defensa fuerte. La semana pasada, Starmer anunció un plan que significa el mayor rearme de ese país desde la Guerra Fría, y advirtió de que el país debe tener "un nivel de alerta propio de una guerra".
Pero en esa misma jornada, tanto Starmer como la ministra de Economía, Rachel Reeves, eludieron comprometerse a que el Reino Unido alcance un gasto en defensa del 3,5% del PIB en 2032, como quiere la OTAN a instancias - o, tal vez, bajo órdenes - de Estados Unidos. Lo más que el Gobierno laborista británico ha prometido es a alcanzar el 3% en el caso de que sea reelegido, es decir, en el presupuesto de 2029 o 2030.
Eso deja al Reino Unido en una situación paradójica, como el líder, junto con Francia, de la defensa en Europa pero, al mismo tiempo, como un país que no se compromete a alcanzar el 3,5% en 2032. En 2024, Gran Bretaña destinó a defensa el 2,3% del PIB. En 2027, esa proporción habrá subido al 2,5%.
El otro gran tema de la reunión entre Starmer y Rutte fue la 'cumbre' del G-7, que se produce en un momento de desintegración de las grandes alianzas de Occidente por el ultranacionalismo del Gobierno de Estados Unidos. el sábado, un día antes de que comience el encuentro, Starmer se reunirá con el primer ministro canadiense, el liberal Mark Carney, para tratar cuestiones de seguridad.
Carney ya ha declarado que su país "es demasiado dependiente en defensa de EEUU" y que "no podemos enviar tres cuartas partes de nuestro gasto de capital en defensa" a su vecino del sur, cuyo presidente, Donald Trump, quiere anexionarse Canadá. Hace apenas doce días, Trump se refirió en un post en su red social Truth a la relación entre los dos países con la expresión "separados, pero no iguales", que en América del Norte trae a la memoria el sistema de discriminación de la minoría negra hasta la década de los sesenta del pasado siglo. En el mismo mensaje, Trump dijo que si Canadá quiere unirse al sistema de defensa aérea antimisiles que quiere desarrollar para proteger a EEUU, deberá pagar 61.0'00 millones de dólares (casi 54.000 millones de euros), pero que "si se convierte en nuestro querido estado número 51" le saldrá gratis.
Esa situación abre posibilidades a las empresas de defensa británicas. Pero al mismo tiempo plantea el riesgo de crear múltiples mini-OTAN dentro de la OTAN, especialmente por dos países - Reino Unido y Canadá - que son extraordinariamente dependientes de EEUU en materia de ciberespionaje y, en el caso del primero, tecnología nuclear.
Al mismo tiempo, el plan de Trump de crear un escudo de defensa antiaérea que cubra misiles y aviones - inspirado en el 'Iron Dome' de Israel, subvencionado en su mayor parte por los propios EEUU - muestra que EEUU también se toma muy en serio la protección su espacio aéreo, pese a que no tiene cerca rivales o enemigos como Rusia.
Sin embargo, Europa no tiene nada parecido. El EISS, que persigue objetivos similares, está en una fase muy temprana, no se encuentra bien definido y, además, dependería de misiles europeos, pero también de EEUU e Israel. Los misiles 'Patriot' estadounidenses siguen sin rival, y, aunque es posible que esa situación empiece a cambiar a final de año con la entrada en servicio del sistema francoitaliano SAMP/T, las nuevas armas llegarán con cuentagotas a un continente en el que sus competidores de EEUU llevan décadas en servicio.
Igualmente, Europa carece de un sistema de interceptación a gran altura como el THAAD estadounidense, el Arrow-3 israelí, el S-400 ruso o los HQ-19, HQ-26 y HQ-29 chinos. Alemania ha comprado el Arrow-3, y espera empezar a desplegarlo a final de año. Pero algunos países europeos - muy notablemente Francia - se oponen a que esos misiles, diseñados para abatir proyectiles fuera de la atmosfera, sean adquiridos a terceros países.

