5 de junio de 2025.- Encontrar residuos plásticos en las playas, márgenes de ríos y carreteras, áreas naturales y calles de las ciudades de nuestra región, se ha vuelto cada vez más frecuente. Es el reflejo de un problema global que va en aumento. Se estima que desde la década de 1950, se han producido unas 9200 millones de toneladas de plásticos, de las cuales 7000 millones se han convertido en residuos. 6od5d
Al degradarse, estos residuos se fragmentan y se transforman en partículas muy pequeñas conocidas como microplásticos, las cuales ya se han detectado no solamente en los lugares más remotos del planeta —como la cima del Everest o la Fosa de las Marianas— sino también en el cuerpo humano: en arterias humanas , pulmones , cerebros e incluso en la leche materna .
Las cifras más recientes nos indican que al año se generan cerca de 400 millones de toneladas de residuos plásticos, de las cuales tan solo el 9 % se recicla efectivamente. El resto es incinerado, enterrado o dispersado en la naturaleza —un reflejo del modelo lineal de "usar y desechar" que aún predomina.
Si no revertimos las tendencias actuales, y con base en pronósticos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos, la cantidad de desechos plásticos estará cerca de triplicarse, alcanzando los mil millones de toneladas anuales.
América Latina y el Caribe no se escapan de esta problemática. Nuestra región genera más de 30 millones de toneladas de residuos plásticos al año, y más de una tercera parte de los mismos acaba en vertederos o basurales, impactando la salud pública, la biodiversidad y sectores claves como el turismo y la pesca .
Se estima que, en 2020, más de 3,7 millones de toneladas de residuos plásticos llegaron a los océanos, el equivalente a más de 1.000 camiones de basura al día.
Más allá de sus impactos económicos, la contaminación por plásticos está ligada a otras crisis ambientales , incluyendo el cambio climático, la acidificación de los océanos, la pérdida de biodiversidad y la desertificación.
Este 5 de junio, en el Día Mundial del Medio Ambiente, respondemos a un llamado urgente: poner fin a la contaminación por plásticos.
No se trata de una aspiración lejana. Es una meta alcanzable si transformamos la forma en que diseñamos, producimos, usamos y gestionamos los plásticos.
Este cambio es posible y, de hecho, ya está en marcha.
Por ejemplo, 27 países de América Latina y el Caribe han adoptado regulaciones para reducir o prohibir los plásticos de un solo uso. El Foro de Ministros y Ministros de Medio Ambiente de la región, especialmente mediante la Declaración de San José (2023) y la Decisión 1 sobre Contaminación adoptada en su XXIII reunión, ha impulsado la acción basada en el ciclo de vida de los plásticos, con un enfoque de justicia social y cooperación.
De otro lado, iniciativas como la Red Interurbana para la Prevención de Contaminación de Plásticos del proyecto GEF LAC Cities en la que participan Colombia, Jamaica y Panamá, se afianzan como plataformas colaborativas para promover la formulación y ejecución de políticas, planes y programas de circularidad como estrategias para enfrentar la contaminación plásticos.
Desde el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), impulsamos soluciones que abarcan todo el ciclo de vida de los plásticos: desde su diseño —pensando en la reutilización y la reciclabilidad— hasta su recolección, valorización y correcta disposición. También apoyamos a los países a fortalecer sus capacidades, conectar agendas climáticas y de biodiversidad, y movilizar a la ciudadanía en torno a un consumo más informado y responsable .
Este año, el Día Mundial del Medio Ambiente llega en un momento decisivo.
En apenas dos meses, los países del mundo se reunirán nuevamente en Ginebra para la quinta sesión del Comité Intergubernamental de Negociación (INC-5.2) , un proceso que liderarán los países con el objetivo de alcanzar un acuerdo sobre un tratado global jurídicamente vinculante para poner fin a la contaminación por plásticos.
Se trata de una oportunidad histórica para redefinir nuestra relación con lo que consideramos desechable, y para reorientar nuestros patrones de producción y consumo hacia la sostenibilidad.
Invertir en soluciones circulares no es un gasto: es una apuesta por fomentar comunidades más resilientes, economías más justas y un planeta más seguro. Es una inversión a largo plazo para garantizar un futuro.
Hoy, más que nunca, el enfoque integral de economía circular es clave. Se trata de pasar de una economía lineal de uso, deseo y desperdicio, a una circular que valore el ecodiseño, maximice la vida útil de los productos, y cambie la narrativa de recurso a residuo.
La transición hacia la economía circular representa una enorme oportunidad para América Latina y el Caribe. No solamente como estrategia para enfrentar problemáticas complejas como la contaminación por plásticos, sino también como una fuente de innovación, generación de empleos, cierre de brechas y sostenibilidad. La región cuenta con lo necesario: experiencias concretas, voluntad política y el compromiso activo de distintos sectores.
Avanzar hacia modelos circulares no implica solo incorporar nuevas tecnologías o prácticas de gestión: exige también un cambio profundo de mentalidad y de hábitos. Apostar por la circularidad es impulsar la promoción nuevos enfoques que permitan construir un futuro más justo, resiliente y equitativo para todos y todos.